El de la acupuntura es un mundo complejo y milenario. La dis ciplina ha recorrido una larga historia. Pensemos en la China de hice más de cuatro mil años atrás. Pensemos en personas que, Investigando, descubren que el insertar agujas en determinados puntos del cuerpo puede calmar dolencias y curar enfermeda des. Pensemos en esa gente.
Lo primero que puede venirnos a la mente es que se trata de sa bios, gente que ha dedicado una vida a la investigación, a la re flexión, a la contemplación y a la experimentación. Sí, probable mente se trate de sabios. Nos podemos preguntar, entonces, si hoy en día existen sabios. Sí, existen, no han desaparecido. Hay miles de personas que se dedican a la investigación, a la refle xión, a la contemplación y a la experimentación y que son, a su manera, sabios. Podemos encontrarlos en las universidades. Po demos encontrarlos, también, mirando el mar. Los sabios de hoy realizan descubrimientos fantásticos e inven-IJSmes maravillosas, también escriben páginas bellísimas. ¿Se po dría decir entonces que los sabios de hoy son más sabios que los sabios de ayer? Suponemos que no: los sabios del pasado tam bién hacían esas cosas.
¿Y el progreso, entonces? ¿No progresó el mundo en estos cua tro mil quinientos años? ¿No se realizaron descubrimientos ma ravillosos? Sí, se llegó a descubrimientos fantásticos, se inventa ron mecanismos maravillosos (se llegó a la luna, podría acotar alguien, desde el fondo). ¿Pero sabemos más, por ejemplo, acer ca de qué es el hombre? ¿Sabemos más acerca de qué es la vida y qué es la muerte?. No, estas preguntas nos siguen girando y girando en la cabeza. La respuesta no la sabremos nunca, porque la pregunta es lo que, justamente, nos hace humanos. Si supiésemos la respuesta a esa pregunta, queremos decir, dejaríamos de ser lo que somos (puñados de dudas) y nos convertiríamos en otra cosa.
Eso, claro, no va a suceder. Siempre seguiremos con nuestras dudas constitutivas -y siempre existirá gente trabajando para responder a ellas- y las explicaciones siempre serán erradas o por lo menos provisorias. Por eso no creemos que se pueda ha blar de progreso para referirse a lo sucedido en los últimos cua tro mil quinientos años. Sí se han producido cambios, algunos positivos (otros, seguramente, no tanto). Pero la gente sigue siendo gente, con problemas, con una idea del mundo, con ga nas de ser feliz.
Lo que sí puede decirse es que los cambios han sido muchos. Los descubrimientos han sido maravillosos; las invenciones, muchas de ellas, fantásticas. La medicina, por ejemplo, no es lo mismo que era hace miles de años: se logró conocer al cuerpo humano en algunos de sus niveles más abstractos (en los últimos años, por ejemplo, el desciframiento del genoma humano ha sacudi do a la comunidad científica), se crearon máquinas ultrasofisti-cadas que permiten observar el interior del cuerpo humano sin abrirlo. ¿Por qué decimos entonces que no existe el progreso? Lo decimos porque los sabios que inventaron la acupuntura ha ce más de cuatro mil años sabían tantas cosas del cuerpo huma no como puede saber un sabio de hoy en día. No sabían todas las mismas cosas: algunas cosas que sabe el sabio de hoy, no las sabía el de ayer, pero algunas de las que sabía el de ayer no las sabe necesariamente el de hoy.
La ciencia actual, por ejemplo, es incapaz de generar una tera pia como la acupuntura -no porque no pueda, sino porque no lo intenta- porque para inventar la acupuntura hay que creer (en realidad, saber) que existen canales que transmiten energía por el cuerpo y los científicos de hoy no creen esas cosas hasta que descubren, y lo están haciendo, que los canales pueden marcar se como caminos donde la electricidad fluye en el cuerpo. En tonces pasan a pensar cuan sabios habían sido esos chinos que hace cuatro mil quinientos años inventaron la acupuntura y, a la vez, claro, qué adelantados habían sido a su tiempo sin enten der que, en todo caso, los atrasados eran ellos mismos, por no saber algo que otra gente sabia desde hace miles de años. Los chinos que inventaron (de nuevo: ¿descubrieron?) la acu puntura fueron, entonces, grandes sabios.
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